viernes, 18 de febrero de 2011

Nampula, 17 de febrero del 2011

Como es normal en situaciones de este tipo, el sentimiento predominante es cansancio. Lloro porque me siento abarrotada, vencida, gastada… creo que esto es una explosión por todos los momentos difíciles contenidos desde que llegué a este lugar.

No sé cuántas veces me he sentido humillada por ésta gente, he perdido la cuenta. No sólo humillada, también engañada.

Creo que no soy tan fuerte como pensaba. Creo que ya he tenido bastante.

Y, aunque trabajar en este sitio posiblemente ha sido la experiencia profesional más gratificante que he tenido hasta la fecha, ya no justifica el que me tenga que sentir así otra vez.

Desde que llegué, he tenido la certeza de que no era dueña de mi situación aquí y hoy, una vez más, he podido comprobarlo: me veo forzada a cambiar de domicilio por tercera vez en menos de un año. Me lo han pedido muy amablemente y con la mayor educación pero yo sé que si me niego dejarán de pedirlo y pasarán a ordenarlo. Es igual si ya tenía otros planes para este fin de semana, eso nunca ha sido importante.

De repente, con un aviso de 24 horas, he de ponerme manos a la obra, recoger todo lo mío y volverlo a repartir en otro apartamento. Y, como siempre hay un “más difícil todavía”, antes de entrar a vivir en mi nuevo sitio de prestado, es preciso acomodar las pertenencias de otra persona (a Dios gracias, al menos se trata de una amiga) en uno de los dos cuartos del apartamento para poder habilitar el otro como dormitorio. Todo eso en tiempo récord porque mañana llega más personal docente.

Me parece que hoy va a ser un día decisivo…