viernes, 17 de septiembre de 2010

Nampula, 17 de Septiembre del 2010

El martes pasado llegaron a Nampula dos optometristas de la Universidad de Ulster y tres del Dublin Institute of Technologies (DIT). Han estado haciendo screenings visuales en varias escuelas de Nampula. Yo les acompañé el miércoles y la experiencia fue bastante interesante.

Lo primero que llamó mi atención fue lo tranquilos que se comportaban los niños. Ninguno se comportaba de forma revoltosa, desobediente ni desinteresada. Iban hacia donde les pedíamos y prestaban atención en todo momento (completamente al contrario que los niños que estaba acostumbrada a tratar en España). No sé, quizás estaban paralizados por el miedo a lo desconocido.

Otra cosa que me impresionó bastante era lo desaliñados que iban. Todos, absolutamente todos, eran un acopio de suciedad. Había niños que, literalmente, olían a basura. Eran alrededor de doscientos niños, la mayoría malnutridos.

Para las familias de los alrededores de la ciudad, conseguir agua es todo un desafío. Los que viven cerca de una fuente son realmente afortunados. Otros, tienen que caminar largos recorridos hasta el punto de agua más cercano. Los que no tienen acceso a fuentes, recogen el agua de lluvia que resbala de los tejados y la almacenan.

Las fuentes se consiguen practicando perforaciones en el suelo. Creo, para conseguir agua decente, es necesario perforar hasta los 80 metros de profundidad y, eso no siempre se realiza por el enorme coste de dinero que supone. Así, el agua que extraen la mayoría de estas fuentes proviene de las capas más superficiales, que son las que reúnen el agua de lluvia filtrada a través del suelo.

Unas veces por falta de información, otras por falta de medios económicos, los habitantes de la comunidad no toman las medidas de profilaxis adecuadas al manipular el agua favoreciendo, de ese modo, la aparición de enfermedades (una de ellas, el cólera).

Un gesto tan simple como abrir un grifo y llenar un vaso de agua o lavarse las manos…

viernes, 10 de septiembre de 2010

Nampula, 10 de Septiembre del 2010

Hoy, el día ha venido cargadito de emociones.

El próximo domingo es mi cumpleaños. Vivien, que ha estado toda la semana tramándolo, hoy ha reunido a alumnos y profesores para que me hicieran una fiesta sorpresa. Todos estaban compinchados y yo, feliz de mí, sin imaginarme lo que se estaba "cociendo" a mis espaldas. Los alumnos, por iniciativa propia, me han cantado una canción compuesta por ellos, me han traído presentes... qué sé yo, he tenido de todo, no ha faltado nada, para mí ha sido perfecto.

Me he conmovido enormemente cuando he visto cómo mis alumnos me homenajeaban. He querido fotografiarme con todos para tener el recuerdo de cada uno en este día. Me ha encantado ver la ilusión que mostraban al fotografiarse conmigo. No tengo palabras suficientes para describir cuánto de bien me han hecho sentir.
Como decía Tatiana: "Cumplir los 37 en Mozambique y que tus alumnos te sorprendan con una fiesta, ¿quién te lo iba a decir a ti?". Vivien sabía que el mejor regalo de cumpleaños que podía hacerme era ese: ellos (gracias, compañera). Acertó de lleno. Nunca olvidaré este día.
Como no, al final he acabado deshecha en lágrimas aunque, en ningún momento, se ha borrado de mi cara la enooorme sonrisa que me ha colocado el ver a todos encantados de verme ilusionada con ellos.

Y, para acabar la tarde de la mejor manera, saliendo de la Universidad, llegaba el machibombo (bus) escolar cargadito con el aparataje que llevamos esperando desde enero. No me ha faltado tiempo para llamar a la delegada de clase y darle la noticia. Vaya que si se ha alegrado. Por fín, tenemos material para hacer prácticas, por fín, los alumnos podrán dejar de imaginarse "cómo sería" y pasarán a comprobar por ellos mismos "cómo es". Por fin, podremos hacer en Nampula exámenes refractivos como mandan los cánones.

La lista de espera, de personas que están esperando para ser graduadas, hace tiempo que dió la vuelta a la manzana.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Nampula, 02 de Septiembre del 2010

El 26 de julio empezamos la segunda parte del año académico y, desde entonces, a penas tengo tiempo libre entre semana. Trabajo, trabajo y más trabajo, hace que los días pasen volando.

Desde que descubrí las playas de aquí (son increíbles), sólo me he quedado un fin de semana en Nampula. La ciudad llega a hacerse claustrofóbica cuando paso mucho tiempo en ella. Mañana por la tarde, al acabar las clases, me voy a Chocas. Estamos en la época de las ballenas y, con un poco de suerte, igual consigo ver alguna. El otro día, de vuelta de la playa, vimos un grupo de macacos atravesando el camino. No se dejaron fotografiar (cachisss).

La mayor parte de las personas con las que me relaciono hablan portugués. Como el español y el portugués son idiomas muy parecidos, no tengo problemas para integrarme.

La gente que estoy conociendo es genial, me alegra la vida en este sitio.

Con Vivien, la convivencia es realmente buena. Desde que ella llegó a Nampula y me trasladaron al edificio donde viven los profesores, mi calidad de vida a mejorado. Tenemos una empleada (Mariama) que nos hace las tareas de casa mientras que estamos en la universidad. Es una maravilla, llegar a casa y encontrarte todo hechito, comida incluida.

Entre los vecinos del edificio hay muy buen ambiente. Todos estamos por ayudarnos, cosa que tranquiliza bastante porque todos nos dedicamos a algún tema relacionado con la salud. Tener esa parte cubierta en este sitio, da bastante seguridad.

En agosto vinieron, desde España, unos amigos a pasar sus vacaciones. Fue estupendo tenerles conmigo aunque, como yo tenía que trabajar, no pudiera acompañarles todo el tiempo que me hubiera gustado.

Hace unos días que recibimos la noticia: Vivien y yo viajaremos a Durban, con todos los gastos pagados, del 18 al 25 de este mes para asistir a los congresos que se celebran en esos días: World Congress on Refractive Errors y World Conference on Optometric Education.
Lo que, en principio, no era mas que un sueño se ha hecho realidad.

A veces, echo de menos España. Es la única pega que le encuentro a vivir en Nampula: siete mil kilómetros me separan de mis raíces.